**Clavillazo y la Casa MACABRA donde vivió su triste final**
José Antonio Hipólito Espino Mora, conocido en todo México como Clavillazo, fue una figura emblemática del cine de oro mexicano, un comediante que logró hacer reír a millones con su estilo único. Sin embargo, su vida culminó de manera trágica y solitaria, un destino que ni él mismo pudo haber imaginado. A lo largo de su carrera, Clavillazo se destacó en las carpas teatrales y posteriormente en la gran pantalla, convirtiéndose en un ícono de la comedia nacional. Su humor, caracterizado por frases memorables como “mendigo” y “nomás”, dejó una huella imborrable en la cultura popular.
A pesar de su éxito, el ocaso de su carrera llegó con la declinación del cine de oro en los años 60. Clavillazo decidió alejarse de las cámaras y buscar nuevas oportunidades en el ámbito inmobiliario, pero el olvido lo alcanzó rápidamente. En sus últimos años, vivió en la soledad, rodeado de un círculo social reducido y enfrentando la indiferencia de una industria que lo había olvidado. Su regreso a los reflectores fue breve y poco satisfactorio, culminando en un evento humillante en su ciudad natal, Tesiutlán, donde recibió un reconocimiento simbólico que no hizo justicia a su legado.
El dolor de Clavillazo se hizo evidente cuando expresó: “Me hubiera quedado con el recuerdo tan bonito de antes. Me dolió mucho lo que me hicieron”. Su muerte en noviembre de 1993 a los 83 años marcó el fin de una era en la comedia mexicana, pero su legado perdura en la memoria colectiva. A pesar de la tristeza que rodeó su final, las risas que provocó siguen vivas, recordándonos que, aunque la fama puede ser efímera, el impacto que un artista deja en el corazón de las personas es eterno. La historia de Clavillazo es un poderoso recordatorio de cómo la gloria puede desvanecerse, pero el verdadero legado de un comediante vive en cada risa que provocó.