Los pilotos y equipos de Fórmula 1 han alzado la voz exigiendo cambios urgentes a la FIA tras las decisiones inaceptables que siguieron al Gran Premio de Canadá. La controversia se centra en la notoria falta de consistencia en las decisiones de la FIA, que ha dejado a aficionados y competidores perplejos y frustrados. La situación se intensificó después de que Lando Norris recibiera una penalización de cinco segundos tras un incidente que no tuvo consecuencias reales, ya que terminó su carrera cuatro vueltas detrás del líder. Esta penalización, que carece de sentido, ha puesto en tela de juicio la imparcialidad de la FIA.
Pero esto no es todo. George Russell, quien utilizó un lenguaje explícito en una conferencia de prensa posterior a la carrera, no enfrentó consecuencias, mientras que Max Verstappen había sido severamente penalizado por un incidente similar el año anterior. Esta disparidad ha llevado a la pregunta inquietante: ¿son los pilotos británicos favorecidos por la FIA? La percepción de favoritismo se intensifica cuando se observa que los pilotos de otras nacionalidades han sido penalizados con más frecuencia.
La FIA también ha sido criticada por su manejo de las infracciones de seguridad. El caso de Yuki Tsunoda, quien recibió una dura penalización por evitar un coche dañado, resalta aún más la inconsistencia en la aplicación de las reglas. Mientras tanto, Russell, bajo la mirada atenta de su equipo y sus competidores, parece haber eludido la justicia, lo que genera un clima de desconfianza y resentimiento entre los equipos.
Los aficionados no pueden ignorar esta creciente sensación de injusticia. La integridad del deporte está en juego, y los cambios en la gestión de la FIA son más necesarios que nunca. La comunidad de F1 exige claridad, equidad y un enfoque renovado que priorice la justicia y la transparencia. La pregunta persiste: ¿podrá la FIA restaurar la confianza antes de que sea demasiado tarde?