En un giro desgarrador de los acontecimientos, la familia de Pedro Infante, el ídolo del cine mexicano, se enfrenta a la devastadora realidad de haber quedado sin su fortuna tras su trágica muerte en 1957. La herencia del legendario actor desapareció en cuestión de horas, robada por aquellos en quienes confiaba. Su manager, Antonio Matuc, se convirtió en el principal beneficiario de una multimillonaria fortuna que Infante dejó desprotegida al no redactar un testamento.
El 15 de abril de 1957, el mundo llora la pérdida de Infante, quien falleció en un accidente aéreo mientras intentaba resolver su tumultuosa vida personal. Sin embargo, lo que siguió fue aún más impactante. En el caos que siguió a su muerte, sus familiares se lanzaron insensatamente sobre sus propiedades, despojando su hogar en Cuajimalpa de todo lo que pudieron. La casa, llena de recuerdos y lujos, se convirtió en un campo de batalla familiar donde el desespero por el dinero rápidamente prevaleció sobre el duelo.
Antonio Matuc, el hombre que había guiado a Infante a la fama, rápidamente tomó control de sus bienes, afirmando que la fortuna estaba llena de deudas y que Infante le debía dinero. Esto dejó a la familia de Pedro desprotegida y sin acceso a las regalías de sus obras, mientras que Matuc se adueñaba de todo. La traición se profundiza cuando se revela que la mayoría de las propiedades fueron transferidas a nombres ajenos a la familia.
Hoy, 68 años después de su muerte, la historia de Infante resuena con ecos de traición y desconfianza. Su legado artístico sigue vivo, pero su familia todavía lucha por obtener lo que les corresponde. ¿Quién realmente se benefició de su trágica muerte? Las preguntas persisten mientras el dolor y la injusticia marcan la memoria de uno de los más grandes ídolos de México. La historia de Pedro Infante es un trágico recordatorio de la fragilidad de la riqueza y la traición que puede acechar incluso a las almas más generosas.