**La Tragedia en el Festival Axe Ceremonia: Un Desastre que Marcó a la Industria Musical**
La tarde del 6 de abril de 2024 se tornó en una pesadilla para miles de jóvenes que se congregaban en el Festival Axe Ceremonia, un evento que prometía ser el más grande del año. En un instante, la euforia y el ritmo vibrante se convirtieron en caos y horror cuando una gigantesca estructura se desplomó, dejando a su paso un rastro de muerte y desolación.
A las 16:47, mientras una banda alternativa animaba a la multitud, un estruendo ensordecedor interrumpió la música. Lo que muchos inicialmente pensaron que era parte del espectáculo resultó ser el colapso de una plataforma elevadora, que cayó sobre un grupo de trabajadores y periodistas acreditados, incluyendo a Miguel Ángel Rojas y Berenice Jills, quienes perdieron la vida al instante. Testigos presenciales describieron la escena como desgarradora, con gritos de horror que resonaban en el aire, pero lo más inquietante fue lo que ocurrió después.
A pesar de la tragedia, el festival continuó. La música no se detuvo, y los organizadores, en un acto de aparente indiferencia, decidieron no suspender el evento ni ofrecer explicaciones a los asistentes. En lugar de eso, el espectáculo siguió, como si nada hubiera pasado. A medida que la noticia del accidente comenzaba a filtrarse, la indignación creció entre los presentes y los familiares de las víctimas, quienes se enteraron de la tragedia a través de redes sociales, sin recibir ninguna comunicación oficial del festival.
La situación se tornó aún más oscura cuando comenzaron a surgir detalles sobre la negligencia detrás del colapso. La plataforma que causó la tragedia no contaba con los permisos necesarios y no había sido inspeccionada por las autoridades competentes. Según fuentes cercanas al evento, la estructura fue instalada sin autorización como parte de un plan secreto para grabar un momento artístico protagonizado por la hija del productor del festival, Diego Jiménez Labora. Esta ambición desmedida, impulsada por intereses personales y familiares, terminó costando la vida a dos personas inocentes.
Las revelaciones sobre la falta de responsabilidad de los organizadores no se hicieron esperar. A medida que la presión mediática aumentaba, los organizadores intentaron controlar el daño, eliminando contenido en redes sociales y bloqueando a usuarios que hacían preguntas incómodas. La censura solo alimentó las sospechas, y muchos comenzaron a cuestionar qué más se ocultaba tras el silencio de los responsables.
La tragedia, que comenzó como un accidente desafortunado, se transformó en un escándalo que expuso las profundas fallas en la organización del festival y la falta de respeto hacia las vidas perdidas. En medio de la tragedia, un drama familiar se desató, revelando tensiones ocultas entre Diego Jiménez y su familia, que culminaron en decisiones fatales.
Mientras el festival se desmoronaba ante la mirada atónita de miles, la pregunta que quedó en el aire fue clara: ¿cómo pudo un evento que celebraba la música y la libertad convertirse en un escenario de horror y negligencia? La respuesta, que aún está por descubrirse, podría ser más devastadora de lo que se imagina. La tragedia en el Festival Axe Ceremonia no solo dejó un saldo de vidas perdidas, sino que también planteó serias interrogantes sobre la seguridad y la ética en la industria de la música en México.