Sergio Corona, una leyenda del entretenimiento mexicano, se encuentra al borde de cumplir 100 años, pero su vida actual es un reflejo de tristeza y soledad. A lo largo de su carrera, que abarca más de siete décadas, ha enfrentado adversidades que han dejado huellas profundas en su ser. Desde una infancia marcada por la enfermedad y la humillación hasta la desilusión de un compromiso roto, la vida de Sergio ha estado llena de altibajos.
Nacido en 1928 en Pachuca, México, su camino hacia la fama no fue fácil. La fiebre de Malta lo aisló de sus compañeros y, tras una humillante experiencia en su infancia al tocar el saxofón, decidió buscar su voz a través de la danza. Sin embargo, su vida amorosa estuvo marcada por el drama: un compromiso que nunca se concretó y un escándalo que lo persiguió durante años. Su matrimonio con Ingrid Doppler Brandis, aunque duradero, no estuvo exento de sorpresas, incluyendo la revelación tardía de una hija, Elizabeth, que nació de un romance fugaz.
Hoy, con casi 100 años, Sergio vive una realidad silenciosa. A pesar de su legado en el cine y la televisión, la tristeza lo rodea. Su historia es un recordatorio de que detrás de la fama se esconden luchas personales y decisiones difíciles. La vida de este ícono del entretenimiento nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la humanidad y la complejidad de las relaciones. ¿Cómo honramos a aquellos que han dejado una huella imborrable en nuestra cultura mientras aún están con nosotros? La respuesta está en recordar su legado y compartir sus historias, incluso las más dolorosas.