**¿Por qué Verstappen se sale con la suya en todo? La doble moral de la Fórmula 1**
En el vertiginoso mundo de la Fórmula 1, una pregunta resuena cada vez más fuerte entre aficionados y expertos: ¿por qué Max Verstappen parece estar por encima de las reglas? La reciente controversia surgida tras el Gran Premio de España, donde el piloto de Red Bull colisionó intencionadamente con George Russell, ha puesto de manifiesto una serie de transgresiones que, sorprendentemente, han quedado sin las sanciones adecuadas. Mientras que otros pilotos se enfrentarían a severas consecuencias por acciones similares, Verstappen solo recibió una leve penalización de 10 segundos y tres puntos en su licencia. Esta situación plantea un inquietante patrón de privilegios que trasciende la pista.
El comportamiento de Verstappen no se limita a sus acciones en carrera. Fuera de la pista, su actitud arrogante y despectiva ha sido objeto de críticas, pero rara vez se le responsabiliza de sus palabras o acciones. En una reciente conferencia de prensa, cuando se le preguntó sobre la intencionalidad de su maniobra contra Russell, Verstappen respondió con desdén: “¿Importa? Prefiero hablar de la carrera que de un solo momento”. Esta falta de humildad ha suscitado indignación, dejando a muchos preguntándose si existe un pacto tácito entre los medios, la FIA y el paddock para proteger a Verstappen de la crítica.
La percepción de que Verstappen es intocable se ha visto alimentada por incidentes anteriores, como el boicot de su equipo a las entrevistas de Sky Sports tras un comentario sobre la temporada 2021. En ese momento, la reacción de Verstappen y su equipo fue vista como una rabieta infantil, una respuesta que otros pilotos no habrían podido permitirse sin enfrentar represalias inmediatas. Mientras tanto, los comentaristas y analistas a menudo eluden la crítica directa a su comportamiento, lo que refuerza aún más la sensación de impunidad.
Nico Rosberg, campeón del mundo y comentarista, fue uno de los pocos que tuvo el valor de calificar la actitud de Verstappen como inaceptable, sugiriendo que debería haber sido descalificado. Sin embargo, su voz se ha perdido entre un mar de defensores que prefieren mantener la narrativa de que Verstappen es simplemente un competidor apasionado. Esta disparidad en la percepción del comportamiento de los pilotos es asombrosa. Mientras que Verstappen es aclamado por su agresividad y su enfoque “old school”, otros como Yuki Tsunoda o Lance Stroll enfrentarían críticas severas por manifestaciones similares de frustración.
El doble rasero es evidente: los seguidores que intentan justificar las acciones de Verstappen argumentan que su éxito le otorga derechos especiales. Sin embargo, esta lógica cae en la hipocresía cuando se compara su trato con el de Lewis Hamilton, quien ha enfrentado un escrutinio constante por cuestiones mucho más menores. Si Hamilton hubiera hecho lo que Verstappen hizo a Russell, la reacción habría sido ensordecedora, con llamados a sanciones severas y debates acalorados. Pero en el caso de Verstappen, las críticas son casi inexistentes.
El hecho de que la FIA y los medios sean reacios a cuestionar a Verstappen plantea serias dudas sobre la integridad del deporte. Si esta situación continúa sin un cambio significativo, se corre el riesgo de normalizar comportamientos peligrosos que podrían tener consecuencias trágicas. La falta de responsabilidad y la cultura de la impunidad han creado un entorno donde un piloto puede actuar sin temor a represalias, poniendo en riesgo no solo su propia seguridad, sino también la de sus compañeros en la pista.
Mientras los fanáticos, los pilotos y la ética de la Fórmula 1 continúan sufriendo las repercusiones de esta dinámica tóxica, la pregunta persiste: ¿cuánto tiempo más se tolerará este ciclo de protección a un piloto que parece estar más allá del alcance de la justicia? La respuesta es urgente, y el futuro del deporte podría depender de ello.