El Papa León XIV se encontró con su padre, a quien había perdido de vista durante 63 años, en un emotivo encuentro que tuvo lugar el 5 de junio en Milán. La reunión, que se produjo tras la recepción de una carta de disculpa del padre, Louis Marius Prevost, fue un momento de reconciliación que resonó profundamente en el corazón de la comunidad católica y más allá.
La carta, que llegó al Vaticano el día anterior, reveló el dolor y el arrepentimiento de un padre que abandonó a su hijo cuando este tenía solo siete años. En ella, Prevost expresó su vergüenza y su deseo de reencontrarse, subrayando que nunca había dejado de pensar en su hijo, ahora Papa. “No pido tu perdón, porque sé que algunas heridas nunca sanan”, escribió.
El Papa, nacido como Robert Francis Prevost en Chicago, se preparaba para su audiencia general cuando recibió la carta. Conmovido, reflexionó sobre su infancia y las cicatrices que había dejado la ausencia de su padre. “Hoy Dios me da la oportunidad de practicar lo que he predicado: el perdón”, dijo el Papa a su secretario, el cardenal Giuseppe Toretti, antes de organizar su viaje a Milán.
Al llegar al hogar de su padre, el Papa fue recibido con lágrimas y un abrazo lleno de emoción. “Perdóname, hijo”, suplicó Prevost, a lo que el Papa respondió: “Estamos aquí ahora. Eso es lo que importa”. La conversación entre ambos hombres se centró en el dolor del pasado, pero también en el poder del perdón.
En una audiencia general posterior, el Papa compartió su historia con miles de fieles, destacando la importancia del perdón en la vida de todos. “El perdón no es una debilidad, es la fuerza más poderosa que existe”, afirmó, mientras su padre lo observaba desde la tribuna.
Este encuentro histórico ha generado una ola de reacciones en todo el mundo, simbolizando la posibilidad de redención y la sanación de las heridas más profundas. La historia del Papa y su padre se convierte en un poderoso recordatorio del amor y la misericordia que pueden transformar incluso las relaciones más fracturadas.