**Escándalo en el Mundo Cultural: ¿El Portero de Beatriz Sarlo Será el Nuevo Heredero?**
La muerte de Beatriz Sarlo, una de las figuras más emblemáticas del pensamiento argentino, ha desatado un torbellino de controversias que sacuden los cimientos de la cultura literaria del país. Se ha revelado un testamento manuscrito que podría cambiarlo todo, donde su portero, Melanio Alberto Mesa López, aparece como el posible heredero de su departamento y del cuidado de su gata, Niní. Este giro inesperado ha dejado a muchos preguntándose: ¿es un acto de gratitud o un escándalo judicial en ciernes?
Sarlo, quien falleció hace seis meses sin hijos y separada de su esposo desde hace décadas, dejó un legado que parecía destinado a permanecer en el ámbito cultural. Sin embargo, la aparición de un documento escrito a mano, supuestamente por ella, ha encendido las alarmas. Este testamento, datado entre junio y agosto de 2024, señala que Melanio no solo heredaría la vivienda ubicada en la calle Hidalgo, sino que también se le encomendaría el cuidado de su querida gata. En la parte trasera del mismo papel, Sarlo habría dejado una nota de aprecio que añade un matiz emocional a la situación.
La comunidad intelectual está dividida. Mientras algunos consideran el documento como un gesto de confianza, otros, incluido el exmarido de Sarlo, Alberto Sato Cotani, cuestionan su validez. “El término ‘a cargo’ no implica una donación”, argumentan los críticos, sugiriendo que la falta de un notario o testigos podría invalidar el testamento. Sin embargo, Melanio sostiene que la relación cercana que mantuvo con Sarlo durante sus últimos años le otorga credibilidad a su reclamo.
Este drama no solo es legal; es simbólico. Un grupo de intelectuales, entre ellos figuras reconocidas como Silvia Saita y Adrián Gorel, ha firmado una carta abierta pidiendo que el legado de Sarlo se convierta en un fideicomiso cultural, argumentando que su deseo era que sus bienes sostuvieran el pensamiento crítico. La disputa no es solo por un departamento, sino por el futuro de un legado que podría ser administrado por aquellos que conocieron y respetaron su obra.
Mientras tanto, el juicio continúa, y el departamento de Sarlo permanece bajo un manto de incertidumbre. La gata Niní, sin saberlo, se ha convertido en el símbolo de esta lucha, atrapada en un conflicto que mezcla justicia, herencia y afecto. La pregunta persiste: ¿realmente Sarlo deseaba que su patrimonio quedara en manos de su portero o preferiría que su obra continuara viva en una fundación libre de intereses personales?
El caso ha capturado la atención de los medios, y algunos ya lo llaman “el caso del portero heredero”, un drama urbano que parece sacado de un cuento de Borges. La tensión aumenta, y con cada nuevo giro, la historia de Beatriz Sarlo se vuelve más fascinante y compleja. La comunidad cultural observa con asombro, preguntándose si el patrimonio de Sarlo podría acabar en manos del Estado si no se valida a ningún heredero legítimo.
El misterio persiste, y mientras se llevan a cabo pericias y se evalúan testimonios, todos recuerdan a Sarlo como una intelectual lúcida y combativa. ¿Querría ella que se pelearan por su departamento o que su legado viviera en una fundación? Por ahora, el juicio sigue abierto, y el espectáculo de la herencia apenas comienza.