Valeria Márquez, la influencer que se convirtió en símbolo de empoderamiento femenino, fue asesinada en vivo mientras transmitía a sus más de 95,000 seguidores desde su salón de belleza en Zapopan. La tarde del 13 de mayo de 2025, Valeria saludó a su audiencia con carisma, pero en un giro escalofriante, lanzó una inquietante pregunta: “¿quieren que me maten o qué?”. Apenas minutos después, un hombre encapuchado irrumpió en su salón y, con frialdad, disparó tres veces. La transmisión se cortó en seco, dejando a los espectadores en shock y sin respuestas.
El incidente, que inicialmente parecía un feminicidio más, ha desatado una ola de indignación y movilización social. En menos de una hora, el hashtag #ValeriaMárquez se convirtió en tendencia, revelando la profunda conexión entre su asesinato y una red de poder y silencio que busca silenciar voces críticas. Lo más perturbador es que nadie, en el exclusivo fraccionamiento Valle Real, llamó al 911 durante el ataque; la primera patrulla llegó 17 minutos después, alertada no por la comunidad, sino por una denuncia digital desde Colombia.
Investigar los antecedentes de Valeria ha revelado una trama oscura. Su entorno más cercano, incluida su amiga Vivien y una empleada del salón, se encuentran bajo la lupa. Mensajes eliminados, conexiones con el crimen organizado y una denuncia previa por acoso digital que fue ignorada por las autoridades pintan un cuadro aterrador. Este no fue un hecho aislado; se relaciona con otros ataques similares en la región.
El fiscal Omar García Harfuch ha dejado claro que no se tolerará la impunidad digital. Mientras la sociedad se pregunta: ¿cuántas Valerias más deben ser silenciadas antes de que se tomen acciones concretas? La historia de Valeria no solo es un llamado a la justicia, sino un urgente recordatorio de la fragilidad de nuestras voces en un mundo donde la violencia puede llegar de formas invisibles. La lucha por la verdad y la justicia apenas comienza.