El presidente Donald Trump ha firmado una proclamación que deja a los ciudadanos de 19 países, incluidos Venezuela y Cuba, al borde de la prohibición de ingreso a Estados Unidos. Esta decisión, que ha sacudido a la comunidad internacional, se produce en un momento de creciente tensión tras un reciente ataque antisemita en Boulder, Colorado. La Casa Blanca ha declarado que las restricciones son necesarias por razones de seguridad nacional, una medida que promete cambiar radicalmente el panorama migratorio.
En una ceremonia celebrada en el Jardín de Rosas, Trump firmó la orden ejecutiva que impone restricciones severas a la entrada de ciudadanos de naciones como Yemen, Somalia, Haití y Libia. La lista, que incluye a 12 países con una prohibición total, es una respuesta directa a la percepción de amenazas inminentes. “No podemos permitir la migración abierta desde ningún país donde no podamos verificar de forma segura a quienes buscan entrar en Estados Unidos”, afirmó el presidente, subrayando su compromiso con la seguridad de los estadounidenses.
Las restricciones no son absolutas; algunos grupos tienen excepciones, como residentes permanentes y ciertos titulares de visas. Sin embargo, la prohibición de solicitudes de residencia permanente y el acceso a visas de turismo o estudio representa un golpe significativo para aquellos que buscan una nueva vida en el país. La reacción ha sido inmediata y contundente, generando protestas en varias ciudades y un torrente de críticas desde el extranjero.
La medida, que se suma a acciones anteriores contra la migración, ha prendido alarmas en la comunidad internacional, que ve en esto una escalada de políticas aislacionistas. Mientras las calles de Washington se llenan de voces discordantes, el mensaje de la administración Trump es claro: la seguridad nacional prima sobre la compasión humanitaria. Con el telón de fondo de una nación dividida, el futuro de la migración hacia Estados Unidos se encuentra más incierto que nunca.